Cada año se compran en Francia varios millones de juguetes y juegos para bebés y niños, principalmente en Navidad. La gran mayoría proceden de Asia, con China como principal productor. Se trata de juguetes educativos, creativos, de fantasía, de construcción, de motricidad, de imitación y de exterior. La importación masiva de estos productos, fabricados a bajo coste, tiene una serie de inconvenientes que la convierten en un verdadero problema para el medio ambiente, la salud, la economía francesa y los derechos humanos. Te contamos el impacto negativo de los juguetes importados en Francia.
Los juguetes importados de Asia se fabrican a muy gran escala en países donde la normativa medioambiental es menos estricta que en Francia y Europa Occidental. Además, las plantas de producción suelen funcionar con fuentes de energía no renovables, como el carbón o el petróleo. Los compuestos químicos nocivos liberados durante la producción contaminan el suelo, los ríos y el aire, degradando el medio ambiente y afectando a la salud de las poblaciones locales. A esto se añade el hecho de que la gran mayoría de los juguetes y juegos y sus envases están fabricados con plástico, un material derivado de los productos petrolíferos y cuya producción requiere grandes cantidades de energía. Todo ello contribuye a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero, directamente implicados en el cambio climático.
Los juegos recorren miles de kilómetros antes de llegar a las manos de los niños franceses. Se transportan por todo el mundo en avión o, más a menudo, en barco de carga. El transporte marítimo, gran consumidor de combustibles fósiles, es uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta mala huella de carbono ligada al transporte de juguetes es, una vez más, un problema para el medio ambiente.
Una vez rotos o abandonados por los niños pequeños, la mayoría de los juguetes se tiran y acaban en vertederos públicos. Los juguetes de plástico tardan cientos o incluso miles de años en descomponerse. Se descomponen lentamente en microplásticos que contaminan el medio ambiente durante mucho tiempo. Estas finas partículas son ingeridas por la fauna y acaban en la cadena alimentaria, con consecuencias potencialmente desastrosas para la biodiversidad y la salud humana. En Francia, la gestión de los residuos plásticos es un problema. La importación masiva de juguetes baratos empeora la situación. Pocos de ellos son adecuadamente reciclables, debido a la complejidad de los materiales utilizados y a su baja calidad.
Las importaciones masivas de juguetes desde los años 70 han tenido un efecto devastador en la industria juguetera francesa. En aquella época, Francia era uno de los principales fabricantes de juguetes de Europa, con muchas empresas locales que fabricaban productos de calidad. Ante la competencia de todo tipo de juguetes importados, sobre todo de China, muchas de estas empresas cerraron, incapaces de competir con sus bajos costes de producción. En pocas décadas, Francia ha perdido parte de su saber hacer tradicional. Esto es tan cierto para los juguetes de madera como para los de plástico.
Las importaciones masivas de juguetes para la primera infancia, juegos educativos y muchos otros productos cotidianos también han hecho que Francia dependa en gran medida de las cadenas de suministro mundiales. La pandemia de Covid-19 fue un ejemplo de ello. Cuando las fábricas chinas cerraron temporalmente y las cadenas de suministro se ralentizaron o incluso se detuvieron, muchas tiendas y fábricas de Francia se encontraron sin existencias, componentes y piezas de repuesto. Esto tuvo el efecto de socavar seriamente el modelo de negocio basado en la importación masiva de juguetes. Las fuertes fluctuaciones de los costes de producción en Asia y el aumento de los costes de transporte también han repercutido al alza en los precios de venta en Francia.
Los juguetes importados de países donde las normas sociales, sanitarias y medioambientales son inferiores y donde la mano de obra es más barata distorsionan la competencia con los fabricantes made in France. Evidentemente, estos últimos no pueden competir con los bajos precios de los juguetes importados.
Uno de los mayores riesgos que plantean los juguetes importados es su composición. Aunque la Unión Europea y Francia imponen estrictas normas de seguridad de los juguetes, es habitual encontrar sustancias tóxicas peligrosas en muñecas, peluches y otros juguetes. Entre ellas, metales pesados como el plomo, ftalatos, bisfenoles y otros disruptores endocrinos. Los padres deben ser conscientes de ello. Y actuar en consecuencia para proteger a sus hijos.
El diseño y la calidad de fabricación de los juguetes importados también dejan a veces que desear. Es probable que los controles de calidad en los países productores sean menos rigurosos. Esto puede dar lugar a que se comercialicen juguetes que presentan riesgos. Por ejemplo, con piezas pequeñas que se sueltan de los juguetes infantiles. O demasiado frágiles, que se rompen con facilidad. Y materiales que se incendian con demasiada rapidez. En todos los casos, estos fallos de diseño pueden causar lesiones graves.
En Francia, la DGCCRF retira cada año miles de juguetes por incumplimiento de las normas de seguridad vigentes. En particular, por riesgo de asfixia, estrangulamiento o cortes durante el juego.
Cuestiones éticas y sociales
Cuando se trata de juegos y juguetes que no se fabrican en Francia o Europa, hay que estar atentos a la ética. Esto es especialmente cierto en el caso de los juguetes procedentes de países de renta baja. Las condiciones de trabajo en algunas fábricas asiáticas son frecuentemente criticadas por las ONG. Los trabajadores, a menudo mujeres y niños, están mal pagados. Trabajan en entornos peligrosos, sin protección adecuada. El trabajo infantil sigue siendo un problema importante en algunas regiones del mundo, sobre todo en el Sudeste Asiático. Por desgracia, a menudo es difícil obtener información fiable sobre las condiciones de estos trabajadores.
Al comprar juguetes muy importados, los consumidores apoyan estas prácticas de explotación. Es esencial ser conscientes del impacto social de nuestras elecciones de consumo. Y, por último, favorecer los productos fabricados en condiciones éticas respetables. Los juguetes fabricados en Francia tienen excelentes garantías. Los trabajadores franceses disfrutan de condiciones de trabajo satisfactorias y salarios decentes. Están debidamente protegidos.
Los juguetes importados suelen ser productos estandarizados y producidos en masa, diseñados para atraer a un mercado global. Esta estandarización de los juguetes reduce enormemente la diversidad cultural. Empobrece la experiencia lúdica de los niños. Los juguetes tradicionales con valores educativos o artesanales van desapareciendo poco a poco. Están siendo sustituidos por juguetes fabricados en serie y vendidos a bajo precio.
Para limitar el impacto de los juguetes importados, los consumidores y los padres deberían comprar juguetes de fabricantes locales. Siempre que sea posible. Desgraciadamente, no son muchos los padres que han tomado esta decisión. Sus juguetes ofrecen garantías reales de calidad, seguridad y cumplimiento de la normativa.
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Es esencial concienciar a los padres de los problemas que conlleva la compra de juguetes importados. Informarles sobre el impacto medioambiental, económico y social de estos productos. Esto puede animarles a tomar decisiones más responsables. Los juguetes importados masivamente representan un verdadero problema para el medio ambiente, la economía local, la salud y los derechos humanos. Necesitamos reevaluar urgentemente nuestras pautas de consumo. Y tenemos que elegir marcas de juguetes ecológicas que fabriquen de forma responsable. Cambiando nuestros hábitos de compra, podemos contribuir a un futuro más sostenible para los niños. Para que puedan divertirse, desarrollarse y crecer con seguridad.
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