Hoy más que nunca, los juguetes sexistas y estereotipados han invadido nuestras tiendas. Existe una clara separación entre los universos lúdicos de niñas y niños. Esto no es en absoluto representativo de la realidad de nuestra sociedad. Pero, ¿qué es un juego sexista? ¿Qué efectos tiene en los niños? ¿Y en los adultos del mañana? ¿Y por qué hay que combatir los estereotipos sexuales? Te lo contamos.
Antes de hablar de los juguetes sexistas para bebés y niños, hay que señalar que las expectativas de nuestra sociedad respecto a las mujeres y los hombres son diferentes. Las niñas deben tender a ser amables, dulces, organizadas, atentas a los detalles, con gusto por la estética y un espíritu benévolo. En cuanto a los niños, nuestra sociedad «desea» que sean físicamente fuertes, menos sensibles y con un carácter más duro. Lamentablemente, esta desigualdad educativa es cada vez mayor.
Los juguetes sexistas amplifican las diferentes expectativas sociales entre niños y niñas. Esto da lugar a una segmentación en función del sexo de los niños y a la creación de estereotipos. Esto se observa en los catálogos de Navidad, los anuncios y las tiendas.
La gran mayoría de las niñas heredarán los colores rosa o violeta. Para recuperar esa dulzura que se espera de ellas. Se les asignarán juegos representativos de tareas supuestamente específicas de las mujeres. Por ejemplo, los relacionados con el ámbito doméstico, las tareas del hogar. Personajes femeninos como cocineras, amas de casa. Pero también muñecas para jugar a ser mamá o estilista, perlas, maquillaje, vestidos de princesa. Hay que tener cuidado con los juegos de imitación de bebés que se regalan para que las niñas jueguen a ser mamás. Y con todos los estereotipos de género que ello conlleva.
Para los niños, encontramos coches de carreras, herramientas de bricolaje, armas ficticias y personajes masculinos de superhéroes. Estos les empujan hacia la acción y el éxito. Todo ello contribuye a crear entornos en los que la falta de igualdad entre ambos es mayor que la que viven en la realidad. Esto tiene como consecuencia, más adelante, relaciones sociales desiguales.
Esta separación entre niñas y niños no siempre ha existido. De hecho, en un catálogo de juguetes de la década de 1930, se entretenían de la misma manera. La educación de niñas y niños estaba muy presente. Los niños se encontraban en situaciones comparables. En los años 70 y 80, los juegos también eran más mixtos que los que se compran actualmente. Algunos anuncios mostraban, por ejemplo, a un niño pequeño jugando con una muñeca.
Hoy en día, el mundo de los juegos ya no es mixto ni igualitario. El consumidor se enfrenta a una elección entre productos para niñas y productos para niños. La situación se ha deteriorado tanto en los últimos años que el Senado francés se ha ocupado de la cuestión. Ha publicado un informe en el que se enumeran diez recomendaciones para promover la diversidad.
Esta falta de igualdad entre niños y niñas se acentuó realmente a principios de los años 90. Los nuevos métodos comerciales de los fabricantes segmentaron los juguetes en categorías definidas en función de la edad y el sexo. ¡El principal interés de esta segmentación masculina-femenina fue multiplicar por dos sus ventas y su volumen de negocios! Se transmiten menos entre hermanos. A los padres les resulta muy difícil transmitir los juguetes comprados para sus hijos a sus hijas, y viceversa. Por lo tanto, se ven obligados a comprar nuevos productos.
En la guardería, los niños no son conscientes de la diferencia que supone ser una niña o un niño. Por lo tanto, los juguetes sexistas les influirán enormemente en su pertenencia a un género. Esto tendrá un impacto negativo en su desarrollo y en su identidad sexual.
Los juguetes sexistas y de género contribuyen a crear entornos de juego distintos entre niñas y niños. Espacios que no se cruzan. Las niñas se ven más confinadas al interior y a las actividades domésticas. Los niños pequeños se ven empujados al exterior, a la acción, al rendimiento.
A través de los juguetes estereotipados, no aprenden lo mismo. Los juguetes masculinos enfatizan el espíritu de equipo, el coraje, la competencia y la creatividad. Los juguetes femeninos hacen referencia al conformismo, la dulzura, la amabilidad y la benevolencia. Esta falta de igualdad entre los sexos es hoy en día muy marcada.
Los juguetes para niñas son menos variados y menos prestigiosos que los de los niños. Se sitúan en el ámbito de las actividades maternales, domésticas y estéticas. Por ejemplo, muñecas, casas de muñecas, personajes femeninos como comerciantes, cajeras, azafatas, enfermeras, secretarias, peluqueras, esteticistas.
Los de los niños valoran muchas profesiones por su tecnicidad o por el riesgo que implican. Por ejemplo, personajes masculinos como aventureros, bomberos, policías, médicos, científicos. Estos universos de juego no son en absoluto representativos de la realidad. A modo de ejemplo, es interesante tomar la profesión de médico. En los catálogos, son los hombres los que están representados en su gran mayoría. En las facultades de medicina, los estudiantes son en su mayoría mujeres jóvenes. Tienen más éxito en la escuela. Tienen un rendimiento académico superior
Esta segmentación podría reforzar las desigualdades en la vida profesional. Las relaciones sociales desiguales entre hombres y mujeres ya caracterizan en exceso el mercado laboral. Evidentemente, hay que luchar contra esta desigualdad de oportunidades.
Esta complementariedad de roles sociales y competencias va de la mano con la idea de jerarquía. Esto podría crear, mucho más tarde, tanto a nivel personal como profesional, esta falta de igualdad.
El impacto de los juguetes de género en el desarrollo de las personas es importante. Contribuye enormemente a su socialización. Es el proceso durante el cual aprenden desde la guardería a convivir. Pero también a interiorizar las normas, los valores y a construir su identidad psicológica y social. La lucha contra el sexismo debe comenzar en los patios de recreo.
La construcción de estos estereotipos plantea la cuestión de sus consecuencias en las relaciones entre ambos sexos, mucho más tarde. Pero también la cuestión de qué modelo queremos transmitir. La lucha contra la desigualdad de género debería ser objeto de una mayor atención por parte de los responsables políticos. La responsabilidad de las marcas y los distribuidores es importante. La de los consumidores y los padres, al no comprar juguetes sexistas, también lo es. La de los poderes públicos a través de la escuela y la educación nacional, evidentemente, también lo es. Es fundamental luchar de forma sostenible contra la discriminación sexual, la desigualdad profesional y los derechos de las mujeres desde la más temprana edad del niño.
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